miércoles, 31 de octubre de 2012

S.O.S.

Necesito ayuda, estoy un poco desconcertada. Hoy en la mochila que lleva mi hijo,  el "rizos", la que lleva tooooodos los días al cole, teníamos la siguiente nota (evidentemente reproduzco sólo una parte y voy a obviar los datos del centro educativo, por motivos más que evidentes, pero es real como la vida misma):







Y estoy preocupada, no sólo porque a ver ahora donde encuentro yo una abuela "voluntaria" que quiera participar en la castañada del colegio de mi hijo (me gusta participar en las actividades que se organizan en la medida de mis posibilidades), lo peor es que desconozco donde se crían las abuelas de edades tan tempranas.
Se que me convertí en madre a una edad un tanto avanzada, que a mi edad, hay gente que es abuela ya, pero desconocía totalmente que hubiera abuelitas tan precoces.
Encontrar una de 5 años ya me parece muy fuerte, pero ¿otras dos más y aún más jóvenes?.
De la risa inicial, que ha dado para múltiples comentarios jocosos a  la hora de la merienda he pasado a la preocupación: quizás no lo he entendido bien. Y como no especifica si tienen que ser abuelas humanas o romulanas, he pensado ¿del reino vegetal o del reino animal?
Porque, por ejemplo una rana abuela de 5 años (¿cuanto vive una rana?, como término medio, tampoco necesito exactitudes) a lo mejor es factible; ahora, otra cosa es que se deje vestir de castañera (?).
Que se preste voluntaria para ir disfrazada, pues es fácil, con no preguntárselo, listo.
¡Si, lo se, estoy desvariando! Es la falta de sueño, que me ha trastornado el cerebro.
Vale y luego las "voluntarias" tienen que disponer de recursos para vestirse. Mi hijo con 3 años necesita asistencia para no salir de casa desnudo. Me imagino que la de 4 y la de 5, ya tendrán más dominado lo de irse vistiendo, o sea, que serán abuelas voluntarias con recursos para vestirse (¿solas?).
¿Quizás se refiera a abuelas voluntarias con dinero para comprarse/confeccionarse la indumentaria de castañera?
¡¡Lo reconozco, estoy fatal!! Pero es que van provocando. Hace dos semanas era la semana del amarillo, un día tenían que llevar comida amarilla para la hora del recreo, otro día un objeto amarillo que se quedaría en clase, otro día ir vestidos de amarillo. Esta semana ha sido la semana del negro..., ¡pero es que cada vez nos  lo ponen más difícil!

jueves, 25 de octubre de 2012

Admirador secreto.

Está es la entrada número 100 desde que en enero de este año empecé a hacer realidad algo que llevaba mucho tiempo pensando que me debía a mi misma, pero nunca encontraba ni tiempo ni ánimo para ello (he de confesar que tampoco tenía acceso al portátil, porque lo tenían "secuestrado").

En estas 99 entradas precedentes, he tenido momentos de reflexión pública, he desnudado sentimientos y me he expuesto ante gente conocida, pero sobre todo ante mucha gente que no me conoce personalmente y que no sabe de mi prácticamente nada.

Se que ha habido gente que lleva algunos años de relación amistosa conmigo, unos más que otras, que se ha sorprendido (algunos gratamente, o al menos eso espero), gente que me ha halagado (inmerecidamente) y gente que ha tenido así la oportunidad de conocer aspectos de mi, que en cierta forma les han resultado novedosos.

En este tiempo he conocido otras realidades a través de magníficos blogs, me he sentido identificada con lo expresado en alguno de ellos, me han servido para reflexionar, para constatar otras vivencias, para llorar de risa, para llorar o simplemente, a veces para quedarme completamente muda (en mi es algo raro, bueno, ultimamente no tanto).

He dedicado mi tiempo, mis horas de sueño, mi entusiasmo. He aprendido, he improvisado, muchas veces he callado. Pero sobre todo, ha sido divertido, ha sido estimulante, ha sido muy gratificante.

Y a pesar de todo, me sigue sorprendiendo que haya gente que le interese lo que yo pueda contar, pero lo que más me sorprende de todo es que haya gente al otro lado del mundo, que abra su IPhone, su Android o más modestamente su Windows y lea mis palabras.

Gente de Rusia, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Venezuela, Colombia, México, ¿Japón?. A veces creo que llegan a mi blog por error, pero también se que tengo fieles admiradores secretos (y no tan secretos) que me comentan cosas sobre las que he escrito...

En la era de la aldea global, me siento como el charlatán de feria, en la plaza del pueblo, ante gente que me oye pero no me escucha. Me siento un poco juglar.


Pero se que hay gente que espera que lance una nueva entrada para adentrarse en mi extraño universo, en mi constelación de pensamientos.

Así que esta entrada centenaria es un homenaje a mis seguidores y seguidoras fieles, al "admirador secreto" que está a miles de kilómetros o simplemente aquí al lado, leyendo lo que me dicta mi anárquica imaginación.

¡¡¡ GRACIAS!!!

miércoles, 17 de octubre de 2012

Hormiguita.

Cuando estoy rodeada de gente tengo la sensación de que me diluyo, que soy practicamente invisible y que mi presencia no es percibida por los que me rodean.
Hubo un tiempo, no excesivamente lejano en el que podía pasear horas y horas por el centro de la capital del reino. Me gustaba perderme por estrechas callejuelas por las que apenas caben un par de coches, para dejar que mis pasos terminaran convergiendo en la Plaza Mayor, atravesarla por el centro, deteniéndome en los grupos de turistas locales, haciéndose fotos con las estatuas humanas.
Bajar hasta el mercado de San Miguel, cámara en mano, ir a la Plaza de la Villa y de ahí a Bailén.
Otras veces me he sorprendido a mi misma en los jardines del Palacio Real, sentada en un banco, mirando mi plano de falsa turista (con botella de agua incluida para disponer de todos los aderezos) lo que me permitía observar con disimulo los besos fugaces y también los besos profundos de los enamorados, los que no se ocultan, los que nada temen.
He entrado en silenciosas y oscuras iglesias. He fotografiado balcones y esquinas. He captado a contraluz la vida de las calles.
En más de una ocasión, mi espíritu cansado de todo, ha bajado de Callao a Sol, por la calle más concurrida, con la absoluta certeza que nadie reparaba en mi. 
Como obrera de hormiguero, siguiendo la marea humana, sin saber si mi rumbo lo elegía yo o lo marcaban otros.
Una vez me sentí parte de la cadena que permitía moverse la bola de la mentira.


Pero los años y el peso del desencanto hacen que quiera soltar mis manos y dejar que todo se estampe contra el suelo. Pero no, mi extraño sentido interno de la responsabilidad, me hará continuar aferrada, ser otro eslabón y hacer que no se caiga la bola de millones de hormigas.

¡¡Soy parte de la cadena, soy parte de la cadena, soy parte de la cadena!!

Y en pocas horas, volveré a fingir que me creo que soy una parte importante de los activos del hormiguero, todos por el bien común, sin plantearse más que obedecer y callar. Como si hubiera firmado votos de novicia de una no espartana congregación.
Voy a concentrar mi pensamiento en sentirme una vez más diluida, invisible y sobre todo impermeable a las voces de la estupidez humana.
¿Soy la única que tiene la sensación de ser un minúsculo grano de arena en el universo infinito? Voy a ser simplemente hormiga.

lunes, 15 de octubre de 2012

Si voy dejando pasar el tiempo.

Desde mi ventana veo aviones partiendo nubes en dos. Aviones que a veces preñan el cielo de líneas blancas que se enmarañan entre si. 
Fuera, al otro lado de la jaula de cristal la vida fluye con su ritmo, últimamente más convulso. Pero los pinos siguen dejando que el viento mueva sus ramas y todo transcurre como siempre.
Por las tardes, cuando sólo estoy en casa, ajena al discurrir de los acontecimientos, veo el paso de las estaciones a través de la hiedra bicolor de la valla, esa que separa mi mundo, mi línea de intimidad de la vida de mi vecina.
Desde la terraza de mi dormitorio todavía veo hojas en las ramas de los árboles, pero se que una a una irán cayendo. Llenarán el suelo, lo teñirán de amarillo y ámbar. Las ramas quedarán desnudas y podré ver a través de ellas una porción más grande de mundo.



El sol ya no se oculta en el mismo sitio, ni lo veo asomar en el mismo lugar de mis amaneceres tranquilos y silenciosos.
Y van cayéndose los días a pedazos, corren más que yo, tiene más prisa por pasar y dejar que le sigan otros.
Anclada en rutinas, de puntillas por la vida, paseo mis melancolías por las orillas de los embalses madrileños. Lanzo mi imaginaria caña y me siento a pescar pensamientos, tranquila, de espaldas al mundo. Pero no surte mucho efecto, así que insisto una y otra vez, hasta el infinito, como siempre he hecho.
Me desvisto muy despacio y a conciencia, me lanzo al agua y me dejo arrastrar por la corriente. A veces puedo nadar en estilo libre, pero la mayoría de las veces no tanto.
Y me tengo que conformar con eso, de momento.
Se que se dorarán las hojas y luego morirán. Después, vuelta a empezar. Sólo es cuestión de tiempo, le digo a mi paciencia. ¡Aguanta!, le digo a la cuerda que se tensa atada a mi tobillo. 
Por unos días he dejado descansar a mi tridente, pero hay determinaciones grabadas en la piel al calor del verano.
A veces creo que piso arenas movedizas, con la seguridad de que me engullirá sin remedio el fango, que ya me está salpicando en la cara.
Sólo es trabajo, me repito. Tu te obligaste a ello.
Cuando el único recurso es la imaginación, porque falta la libertad para volar, sólo queda contar hasta 10, lentamente y después empezar de nuevo a contar.

jueves, 11 de octubre de 2012

Fina, segura, pero sin alas.

Así he tratado de sentirme  cuando me he tenido que enfrentar a una "inocente" encerrona laboral.
Tenía que dar una pequeña formación de dos horas a un pequeño grupo de profesionales de reconocido prestigio dentro de su especialidad, sobre mi trabajo y la forma en que funciona mi equipo.
Cuando he llegado al lugar de la formación no había nadie, así tranquilamente he preparado el material de mi exposición, cuando me han dicho:
- "Uy, faltan sillas, voy a por más"
- ¿Para que, si ya hay al menos ocho? ¿cuanta gente viene?
- "Veintitrés"
"Oh, oh, tienes un problema bo-ni-ta" (he pensado mientras mi mente procesaba la magnitud de lo que se avecinaba sin remedio).
En otra ocasión similar el grupo fue de 4-5 personas, ¿pero 23?. Venga, vale, da igual 8 que 80, tu estás preparada, tu puedes con sus preguntas, tu no tienes miedo escénico, tu no tienes vergüenza, tu no tienes..., no tienes ni idea donde te han metido.
Me mirado la sala vacía, he mirado las sillas vacías, he cogido aire para infundirme valor a mi misma y me han entrado ganas de salir corriendo. Casi lo hago cuando ha empezado a venir el respetable público de mi teatro de hoy.
Sudores fríos me han entrado cuando he visto que atravesaba la puerta de la sala el "master and commander" del área para el que yo colaboro "¿y este, qué hace aquí, si no se relaciona con el vulgo (o sea, yo)?", pues nada más ni nada menos que a presentar mi formación, él, que sólo tiene por encima en jerarquía al super-boss.
Esto se avisa, esto se avisa, esto se avisa, jo..lines. Aunque si me llegan a avisar con tiempo, me estoy muriendo de nervios varios días antes.
Quien me conoce dice que yo soy capaz de cualquier cosa que me proponga, así que he sonreído (tímida, como soy yo) ante los inesperados halagos laborales recibidos del "master and commander" (¿qué sabrá de mi?, ¡qué miedito, madre mía!) y me he lanzado como si sólo me escuchara mi querido ángel de la guarda.
Cuando ya la cosa iba encauzada, ¡zas, problema!, había que parar la formación para cumplir con un protocolario acto de autobombo empresarial.
He tenido que salir de la sala de formación, recorrer casi un kilómetro a la carrera (me he sentido como una asesina de cualquier novela de Agatha Christie, en busca de la coartada perfecta en tiempo record), he bailado (si, como lo cuento, he tenido que bailar, todo sea por el autobombo empresarial) y vuelta a la carrera a la formación.


Kafkiano me parece un término demasiado suave para describir la situación, más bien ha sido de película de Berlanga. He llegado con la lengua fuera y como si lo hiciera todos los días, toda fina, toda segura, he terminado mi presentación, he respondido dudas de las que ni yo misma me hubiera creído capaz de responder hace unos meses y me ido a casa con la sensación de que alas, lo que se dice alas no tengo, pero que con esto me he ganado un cacho de nube en el cielo, fijo.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Pensamiento matemático.

Si, soy de letras. De letras puras, purísimas. En mi plan de estudios (¡¡dichos días de estudiante!!) existían materias como el latín, el griego, historia del arte, filosofía... Y cuando pude elegir, lo hice.
Como las fórmulas químicas  me parecían incomprensibles (Ej.: CaSo4 . 2H2O), aunque luego les terminé encontrando su lógica y sobre todo su utilidad. Y como la física tampoco era lo mio...


Pues eso, que al final no me quedó más remedio que decantarme por la opción que a priori parecía más interesante para mi.
Desde ese momento de elección, han pasado unos cuantos añitos, pero luego la vida te enfrenta a situaciones en las que te percatas que las matemáticas siguen constantemente presentes.
No sólo en el día a día, en el que si sumas 1 + 1, te encuentras con dos problemas, que se pueden multiplicar hasta el infinito si añades más elementos. Y que si en lugar de sumar, multiplicas, en lugar de dos problemas, puedes tener como poco 4.

Hay veces que tu mundo de moléculas se mantiene estable, pero de repente aparece una variable en tu campo de electrones y trastoca todo ese equilibrio de partículas, modificando el resultado de tu ecuación.

Si esa "X" es puntual, bien, no hay excesivos problemas, la sorteas lo mejor que puedes y listo; pero si esa variable se convierte una constante en el tiempo..., estas jodido incómodo.

Si tienes opciones de intervenir sobre la dichosa variable, restando o sumando factores para que la incidencia de la misma se vea minimizada, bien de nuevo. Si no, estas muy jodido incómodo (elevado al cuadrado).

Pensamos que controlamos nuestras vidas, que podemos tener nuestro futuro a corto plazo organizado, pero de repente, ocurre un imprevisto, algo con lo que no contábamos, que trastoca todos nuestros planes, incluso los más inocuos a corto plazo. Y en esos momentos, entre que nos reajustamos para adaptarnos a la nueva realidad (o mejor dicho, para acoplarnos a esa nueva realidad), a esas nuevas situaciones, deberíamos pensar en lo inconsistente que es nuestra existencia, en lo frágil que es nuestro supuesto bien asentado universo.

Somos el aquí y el ahora. Y deberíamos en muchas ocasiones comportanos más como seres de presente y no centrarnos en un futuro del que no tenemos la certeza exacta de su llegada ni de las condiciones bajo las que vamos a vivirlo.

Así que:

Carpe diem quam minimum credula postero.


jueves, 4 de octubre de 2012

El día que adelgacé 8 kg. en 20 minutos.

En estos días de octubre celebro de una forma un tanto original este evento extraordinario. No es fruto de ningún régimen alimenticio milagroso, sino que tiene nombre propio, o dicho de otra forma: se llama cesárea. Para ser exactos, mi segunda cesárea. 

A pesar de ser la segunda, la experiencia fue totalmente novedosa. Fue programada con tiempo, primera novedad. Me dio tiempo a preparar mis cosas y las del niño (segunda novedad), a prepararme mentalmente para la llegada de un nuevo miembro de la familia, otra vez una novedad, que nos convertiría en familia numerosa de facto.

En el momento en el que su cuerpo dejó de formar parte de mi cuerpo y escuché su llanto empecé a sentirme madre, pero madre primeriza. Me le acercaron para que pudiera verle, besarle y decirle: "Bienvenido al mundo, cariño" (todo eso era nuevo para mi a pesar de ser mi segundo hijo). Todo era tan diferente..., se me saltaron las lágrimas de emoción y no de miedo. Mientras que recomponían mis tejidos me fueron informando de su peso, su talla, sus puntuaciones en el test de Apgar, de que todo estaba bien y era normal. Suspiré aliviada y no me asustó saber que me estaba bajando peligrosamente la tensión, ni de que me tuvieran que poner oxígeno porque me mareaba y me costaba respirar un poco. Él estaba bien (otra novedad a diferencia de la situación anterior) y lo demás no importaba mucho.

De eso han pasado ya tres años. Le miro y le veo tan guapo (ahora habla por mi el orgullo de madre, por este George Clooney en miniatura), de mirada arrebatadora y tierna, entre pícaro y dulce. 


Con el paso del tiempo nos hemos ido conociendo mejor. Y va a ser un Libra de manual: le cuesta decidir que quiere, ya sea tener que elegir entre zumo de piña o de naranja o que calcetín se quita primero. Y no está seguro de nada. Una de mis misiones como madre, es hacer de él una persona que aprenda a valorar los pros y los contras de las situaciones y que pueda decidir con libertad lo que considere que es mejor para su felicidad. Si, lo se, ardua tarea, pero merecerá la pena. Doy por bien empleado el tiempo, siempre que elija lo mejor para si mismo, sin perjudicar a nadie.

A veces es muy irritante, sobre todo cuando quiere algo y no puede/no sabe esperar a que llegue el momento oportuno. Impaciente, mi pequeño tirano impaciente.

Pero es muy dulce, sobre todo su voz es muy dulce. Espero que de mayor conserve algo de ese tono y esa forma de hablar tan bonita. Cuando me pide algo con ese vocecilla que emplea, que ablanda hasta el acero de los barcos, no puedo negarme a nada de lo que me pida, o al menos me cuesta muchísimo. Muchas veces tengo que hacerlo, porque la situación así lo exige y porque tiene que aprender a valorar lo que pide y sobre todo lo que recibe. ¡Y tiene que ganárselo!.

Estoy también orgullosa de sus razonamientos, de como se fija hasta en los más mínimos detalles. Cosa que me sorprende gratamente, teniendo en cuenta lo pequeño que es aún. Y tiene una vitalidad que a veces me desborda. Sus abrazos de oso polar, con todas sus fuerzas a veces me causan agujetas, pero son los mejores. Y compite con su hermana cuando quiere agradarme.

Es capaz de llevarte la contraria en todo, como un juego. A veces creo que le gusta provocarme para poder llegar a mi límite.  Es un orador nato, al que le gusta mi compañía, pero que necesita su espacio de independencia, cosa que respeto totalmente.

A mi niño le encanta que le diga que está guapo, sobre todo cuando se pone mis gafas de sol. Disfruta con los elogios que recibe, incluso a veces me los reclama directamente.

En los últimos meses sobre todo, la relación madre-hijo ha cambiado, ya no es el bebé inocente y a veces un poco distante. Tiene picardía y bondad a partes iguales y como en una balanza real, a veces el platillo está más inclinado de un lado que de otro. Con su hermana es igual, lo mismo se la come a besos y la abraza que la empuja y la hace daño.

Es una parte importante de mi vida, por no decir que también es mi vida. Y espero poder cantarle muchiiiiiiiísimos años más: 


¡Gracias por haber llegado a mi universo!

martes, 2 de octubre de 2012

Quiero ser mala...

... y perversa. Si es que es lo mejor, lo se. Cuando eres buena, te toman el pelo, así que lo he decidido, de mayor yo quiero ser MALA.

Al estilo de las brujas de cuento, con mala milk y risa de madrastra de Blancanieves, con el espejito, espejito mágico incluido, of course. Y si tengo que envenenar manzanas en lugar de asarlas en el horno con mantequilla y canela, pues se hace y listo.

"Las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes", como leí hace años en uno de los aseos de mi facultad, y a mi me gusta viajar, así que..., la decisión está clara: voy a ser muy, pero que muy mala.

Aunque no se si me saldrá bien, porque no he practicado mucho en estos xx años (no pienso confesar, no pienso confesar, no pienso confesar mi edad). Y yo creo que o naces siendo mala y desde la cuna vas ejerciendo o luego es un vicio difícil de coger.

Creo que es como la vena artística, tienes que sentirlo desde dentro y yo dentro lo único que siento son palpitaciones. No se si me servirá de mucho ser rencorosa y vengativa, igual ayuda.

Lo malo es que cuando oigo lo de "por favor, ¿puedes...?" siempre digo que si, aunque me enmarronen. Muchas veces cedo sin necesidad de oír las palabras mágicas (lo de "por favor, por si alguien duda). Y cuando se me ocurre alguna maldad contra alguien, me da mucha penita y no lo hago (aunque lo pienso hasta con detalles).

Y eso que a mi alrededor tengo verdaderas maestras en la materia, incluso alguna tiene el doctorado de mala malísima "cum laude". Voy a ver si con el roce me contagio y empiezo mi meteórica carrera de "bicho peligroso".

lunes, 1 de octubre de 2012

Catálogo de desastres.

Se que en la lista me voy a dejar un montón de cosas, de las que me iré acordando en próximos días, pero este verano ha sido para elaborar un auténtico repertorio de  cosas rotas.

Mi niño ¡qué rico el con sus rizos, parece un angelito! se ha ido cargando con la ayuda inestimable de su hermana, varias cosas del hogar, a saber:

 * Los 4 estores del comedor, primero los de la salida al patio y luego los de la ventana, por si tenían envidia. Si, ha ido sacando una a una todas las varillas, ha desengachando las cuerdas, etc. Menos morder la tela, al menos esos creo, ha sido implacable. No ha dejado ni un centímetro a salvo. Y su hermana no se ha quedado atrás, lo que no se cargaba el "rizos", lo remataba ella.

*No digo nada de como está el parquet, tiene más cráteres que la luna, producto de golpes y caídas "libres" de juguetes. En el pasillo tengo "el mar de la tranquilidad" en versión mini.


* Los juguetes son otro punto a destacar, el que no está roto, está "edestrozado", como dice mi Pitu. Tenían (en pretérito y digo bien) un avión, que emitía sonidos, se encendían las luces y giraban las hélices de los motores, hasta que decidieron que tenía que hacer un amenizaje y lo convirtieron en submarino dentro de la piscina. Ya ni luces, ni sonidos, ni nada.

* Las plantas tampoco se han librado, algunas se han quedado sin hojas, otras las ha regado tanto mi "angelical" niño con rizos, que las pobres han muerto ahogadas. Las del jardín delantero, han sido pisoteadas, las del patio posterior fueron boicoteadas cuando cerraron la llave de paso del agua y se desprogramó el riego automático (nos dimos cuenta que algo no iba bien, cuando ya se estaban empezando a secar). Las que sobrevivan además al invierno se van a merecer un premio.

* En el dormitorio mi santo tiene un despertador que además indica la temperatura. No sabemos como, pero ahora la da en grados Fahrenheit y no sabemos si hace mucho frío o mucho calor, nos lo imaginamos cuando salimos a la calle. Tenemos firmes sospechas de que ha habido un par de manos inocentes que han colaborado en ello.

* Arrancar los topes de las puertas para no dar golpes en las paredes, cuando las abren con todas sus fuerzas, ha sido el deporte estrella del verano, no creo que tengamos ya en casa ninguno de los que se pusieron cuando nos vinimos a vivir aquí. ¡Qué afición por despegarlos, es que ven uno nuevo y zasss, a por él!

* Dos tumbonas del patio han pasado a mejor vida. Vale que eran de plástico, que habían aguantado varios años a la intemperie y eso las había debilitado, pero las manos de mis pequeños "Atilas" han contribuido a su fin.

* También han fenecido dos fuentes ornamentales del patio. Primero una ¡uy, se me ha caído mamá! y luego su sucesora. Nos alivia un poco el espíritu que ambas fueron compradas en super-rebajas fin de temporada.
Pero eso nos les esculpa.

* Durante lo que yo pensaba que era su siesta, decidieron pintar las paredes de la primera planta a tres colores. Cuando subí a despertarles para darles la merienda, los dos parecían los pintores de las cuevas de Altamira, manos a la obra. Menos mal que la pintura es plástica y lavable y frotando, frotando...

* El técnico de la lavadora también nos visitó este verano, porque la "intrépida" decidió dar la vuelta al dosificador del suavizante y una vez cerrado el cajón, no se podía abrir. La broma de la niña nos costó 78 €. ¡Con lo modosita que parece a veces!.

Se que me dejo infinidad de cosas en el tintero bloguero, pero se me nubla el recuerdo de sus fechorías. Aunque no pierdo la esperanza de que con el tiempo, estos "delincuentes en potencia" vayan comportándose mejor.

A veces estoy convencida de que soy la peor madre del mundo, porque no se imponer con eficacia las normas en casa o la que tiene los hijos más gamberros de todo el pueblo (me consta que no son los únicos así, porque esta semana me ha contado una compañera que su hija le ha redecorado el sofá a base de rotulador).

Estos tiene las pinturas escondidas en la caja fuerte, ja.