domingo, 4 de mayo de 2014

Con el alma muda.

Estoy inmersa en una de esas temporadas existenciales de silencio de ánimo.

No hablar. No pensar. No sentir.

Tengo el sentimiento en estado de standby continuado.

Sin poder dormir. Sin opción de descansar.

No quiero compañía. No quiero conversación. No quiero compasiones, ni consejos bien intencionados.

Sólo quiero pasear por calles que me ofrezcan rincones sencillos. De serena belleza. Muda como yo.





Me conformo con descubrir algo bello y original atravesado en mi camino. 

Descubrir que de algo muerto, siempre puede albergar un hueco para la vida.





Sólo quiero mirar al cielo y ver como se deshacen las nubes en estelas, atravesando el cielo como pluma de ángel desvencijado.



Que me caldee el corazón, sólo el sol, sólo el paso de los días.

Acomodar mi paso al ritmo que el dolor me impone.

Deslizarme por la pendiente del viento. Que su murmullo acalle los gritos de furia que me asolan.

sábado, 3 de mayo de 2014

Cuando ruge la marabunta.

¡¡Que bonita esa película!!

Ese Charlton Heston, en plan macho alfa defendiendo su hacienda y esa Parker (Eleanor), toda digna ella defendiendo con mucha elegancia su pasado sexual. Vamos, como la vida misma.



Todo sería muy de cine, si no fuera porque en mi casa la estamos viviendo un día si y otro también una versión alternativa de la película, desde que llegó la primavera, porque nos invaden las p. hormigas.

Las de casa no pican. Ni se han comido a nadie, de momento. Pero incordiar, incordian un rato. Porque parece que se cachondean de ti, cuando abres un armario y ¡zas!, te las encuentras corriendo a toda velocidad, para que no las espachurres con el dedo, las muy...

Aparecen por todos lados y aunque pensaba que sólo cohabitaban con nosotros en la cocina (sección dulces, en concreto en el bote de las chuches), la verdad es que con el transcurrir de los días se van expandiendo por otros sitios: en el comedor, cerca de las sillas; en el dormitorio, entrando por debajo de la ventana... ¡¡Hasta dentro del lavavajillas y de los cajones de la cocina!!

Procuro aniquilar (a veces hasta con saña, según el cabreo que tenga ese día) todas las que me encuentro. Creo que se ha corrido la voz en su mundo y me temen. Ja. Bueno, creo que no mucho, porque si no ya se habría acabado la invasión.

A veces tengo remordimientos, pensando que estoy acabando con la reencarnación en hormiga de algún karma desdichado. Y aun así...

No las quiero compartiendo mi casa, pero supongo que se marcharán cuando se acabe su temporada. Y luego le sucederán los mosquitos; es éstos, las moscas en verano. Y a éstas, las arañas cuando vuelva el frío.

Es el ciclo de la vida. Sobre todo la vida civilizada al borde de la vida de campo.

Menos mal que no tengo que rememorar "La senda de los elefantes" (o eso espero).

Aaaaaaaaaaaagggggggggghhhhhhhhhhh.