viernes, 30 de septiembre de 2016

Tha die tha tilgeadh.

Y ahora si que si. Y ya no hay vuelta de hoja.

Los cambios llegaron a mi vida sin yo pedirlos y hubo que irlos afrontando.

Se ha roto el vínculo. Ya no hay donde regresar si las cosas vienen mal dadas.

Ya no hay red de protección y sé que voy andando como funanbulista por la cuerda floja, con un precipicio que asusta mucho como escenario de fondo.


Si, un abismo bajo los pies inseguros, que estoy dispuesta a no cubrir con el polvo de la resignación.

Nueve de la mañana de una mañana cualquiera, pero no de cualquier día. Tumbada en la que fue mi cama, lloro por la niña que dejo atrás para siempre. 

Miro con pena y miedo mi refugio, al que ya nunca podré volver. Al decorado de la mayor parte de mi vida.

En enfundo mi traje de "aquí no pasa nada", el de "todo va bien" y me enrosco alrededor del cuello la cadena de "puedo con todo".

Cierro tras de mi la puerta, por última vez. Y desciendo las escaleras, como la mujer que soy: decidida a dar todos los pasos necesarios. Aunque aún perdida y desamparada.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Soy un código amarillo...

... mira tú por donde.


Vamos a ponernos en antecedentes:



1.  Centro comercial de esos que tienen aglomeraciones hasta en agosto (igual es porque dentro se está fresquito y en la calle está cayendo una que se derrite hasta el asfalto). Y sin exagerar, ni lo de las aglomeraciones ni lo del asfalto.



2. Tiempo limitado, repito li-mi-ta-do, para comprar una lista considerable de cosas. Usain Bolt, un aficionado si tuviera que recorrer el pasillo central del centro comercial de marras sorteando obstáculos en tan poco tiempo. Para jamaicana yo.



3. Entro en la primera tienda, elijo, pago, me dan mi premio y salgo. ¡¡Bien, todo controlado!!



4.Vamos a la segunda (mis prisas y yo) tienda. Repito ritual y listo. Tacho de la lista y al siguiente.



5. Así en otro par de tiendas varias, que no incluyen ni joyerías ni tiendas de lencería chula (a veces creo que no tengo espíritu fenenino).



6. Bajo al coche. Dejo todas las bolsas en el maletero y vuelvo a subir, a luchar contra la vorágine humana que recorre los pasillos. Me dispongo a entrar en el hiper y....



¡¡Mierda!! (Cáspitas).



Suena la alarma. No me doy por aludida y trato de avanzar hacia el interior (por la parte de la sección de licores). Y de repente, de la nada, emerge un vigilante de seguridad, como teletransportado del mismísimo centro de mando de la Patrulla Canina.

 ¡¡Flaf!!


"Con la tripilla que tiene, si llego a echar a correr no me pilla y eso que yo no he podido correr en mi vida", pienso mientras le miro un pelin perpleja.



Como en las pelis americanas veo como le empieza a hablar al cuello de la camisa y le dice: "Código amarillo" (refiriéndose a mi).



Me mira con carita de que nunca vamos a ser buenos amigos (ni amigos a secas) y señala mi bolso. 



- "¡Enseñeme el bolso!" (he visto bordes más simpáticos que este), me dice.

-  "Pues vas a flipar porque llevo de todo", le digo yo, como si fuéramos colegas desde los tiempos del insti.

- " Eso me temo", me replica.


Y en ese momento una neurona me hace chispa y me cortocircuita el juicio, porque pienso que porqué le voy a enseñar todo lo que llevo en el bolso a un tío que no sé ni como se llama. Y le suelto:



- "Pues va a ser que no! (majete). Lo de majete lo pienso, bueno, lo que en realidad pienso es otro adjetivo, pero estamos en horario infantil...



"Código amarillo" le vuelve a decir al cuello de su camisa. Y ¡¡flaf de nuevo!! aparece volatilizado otro vigilante, ahora una chica.



Hasta ahora los cuellos de camisa con los que había tenido que lidiar sólo estaban sucios, pero estos son mágicos.



- "Disculpe señora (de esta no quiero ser amiga, que me ha llamado "señora"), creo que lleva algún objeto en su bolso que hace que salte la alarma".



Esta si que sabe, pienso para mis adentros. 



- "Posiblemente ha comprado algo y no le han quitado la alama. ¿puede volver a pasar el bolso, por favor? (muy amable, si, pero me ha llamado "señora").



Paso el bolso y pita. Reviso el contenido y vamos probando con diferentes objetos hasta que uno delata ser el culpable. Resulta ser la crema de manos (a partir de ahora, voy a llevar las manos como lijas). Lo mete en una especie de armario y me lo devuelve. Ya no pita.



- "Muchas gracias señora", me dice con sonrisilla. Será hija de ..., me ha llamado "señora" dos veces en menos de diez minutos.



Ya voy contrareloj con la tontería de la crema. ¡¡Ayyyyy!!



Pues, eso, que soy un código amarillo (que a estas alturas tampoco se a ciencia cierta lo que significa, pero debe ser algo así como maruja con prisas y con el bolso petao) y anda tú, que me importa todo eso.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Pretérito imperfecto.

Te cruzaste en mi camino y empecé a conjugar los verbos de la paciencia en indicativo.
Primero en tiempo presente.

De ahí pasamos a la inconsciencia ilusioria del futuro. Empeñandonos en que el simple paso del tiempo nos traería la varita mágica de convertir sueños en realidades.

Pero el tiempo fue minando las ilusiones, hasta esas, si, las que se aferraban a lo imposible. 

Y lo hubiera hecho en pluscuamperfecto, hasta el fin de los tiempos, si no fuera porque me he cansado.





Para no agotarme en la nada, porque la vida sigue. 

¡¡¡Afortunadamente!!!

Me he cansado de la espera verano tras verano.
De ver pasar a los felices y no tener entradas para esa fiesta.

Porque el tiempo que pasa ya no vuelve. 

Y ahora si que es tiempo de hacer rodar los propositos.
Para mi, que empieza el año cuando acaba agosto.

Has vuelto a tener tu oportunidad y has vuelto a dejar pasar el tren.

¡¡¡¡¡¡¡Fin de trayecto, pasajeros!!!!!!!

Y me despido con el gerundio, pero del verbo olvidar.