Mi madre, que es una de las dos personas en el mundo que realmente me conocen bien, dice que a veces "me pongo muy mística".
Y si es cierto, lo llevo en la sangre; bueno más bien lo arrastro en mi signo. Desde que nací. Para ser exactos.
Hay veces que me dejo llevar por mis pensamientos y me quedo columpiándome en ellos tranquilamente.
Oscilo entre el debo y el quiero.
Levito.
No me centro.
Se me va la vida en otros pensamientos que no son los que debería tener. Suspiro, miro a un lado y a otro y me veo viendo pasar mi vida por delante, petrificada, sin atreverme a vivir.
Sedente y sedienta de un agua que no llega.
Intranquila.
Y por fuera la viva imagen de la calma. Mientras que por dentro el riachuelo tranquilo da paso al torbellino de agua y éste a la más vertiginosa de las cascadas.
Veo un futuro de no sólo uno. Pero a veces, pierdo el ánimo y la paciencia. Me dejo llevar por los pensamientos menos positivos y voy nadando, a veces río arriba, a veces sólo contra corriente.
Se que esta dualidad la llevo sobre mis hombros, que me acompaña y me acompañará en todos mis pasos, ya sean en mis presentes carreras contra el reloj o en mis futuros paseos tranquilos por la arena.
Lo se mamá, a veces me pongo "muy mística", eso me pasa por ser pez de marzo.
Esas lecturas de pensamiento que me haces, a veces me dan miedito...
ResponderEliminarBesos de pececillo a pececillo.
Es que somos peces muy parecidos.
ResponderEliminarUn beso con burbujitas.