Esta noche también he
visto mientras cenaba anuncios de pastillas para dormir. Esta noche también me
he sentido identificada con los que se pasan las horas contando inmensos
rebaños de ovejas feas.
A veces tengo problemas
para conciliar el sueño o para continuar sumergida en él. Como todos. A veces
me despierto, como hoy, una vez más de madrugada, apenas un par de horas antes
de que suene el despertador y ya no puedo volver a dormirme.
Lo intento, me doy
media vuelta y me pongo exactamente de la misma postura en que sueles dormirte
tú. Si, esa que a ti también te gusta.
Y los pensamientos me
acompañan otra noche de "noche en vela". Haciendo ese eco mecánico de
tic-tac que me pone frenética. Trato de no pensar en nada y todos los elefantes
rosas del mundo acuden a mi cerebro para hacerme compañía.
No quiero tener
ojeras de cansada, una vez más, cuando salga de nuevo de casa.
Trato de acomodar mi
oído a los sonidos en el silencio de la noche, la respiración de quien duerme a
miles de kilómetros de distancia, pero tan sólo a unos centímetros; los ruidos
de una casa que aún no cruje, pero que se queja. Trato de pensar en lo que más
me gusta de ti y ya no puedo dormir tranquila.
Reflexiono sobre lo elástico
que es el tiempo, en las noches que parecen eternas cuando no debes dormir,
porque estás trabajando, porque estás cuidando a alguien a quien quieres y que
te necesita ahora que no se encuentra bien. En el tiempo de noche, que pasa más
lento cuando sólo esperas que se vea por fin la primera luz del día y puedas
irte a tu cama a dormir, aunque ya brille el sol.
A veces no duermo
porque las preocupaciones hacen demasiado ruido cuando todos callan y perturban
mi descanso. A veces es el dolor el que me despierta, me enfado con él, le
ignoro, pero entonces se rebela y me llama por mi nombre de pila con más
fuerza. Ese dolor que me deja con los ojos como platos y triste.
A veces me despierta
el sonido de un coche a toda velocidad en medio del silencio oscuro y cálido
del verano, para los que tienen eternas vacaciones. Ahora me despierta el
sonido del viento entre las rendijas de la vida. Y el de la lluvia que no cesa
y que aumenta su intensidad con cada gota.
Otras veces son las
pesadillas más terribles, esas que nos ponen cara a cara frente a nuestras
debilidades. Las que le ponen rostro y cuerpo a nuestros miedos, las que me
despiertan, bañando en sudor mi menudo cuerpo.
La inseguridad por el
futuro más cercano. El trabajo, la salud. El extraño amor. Todo se conjura en
el ritual del quiero y no puedo dormirme. Ni siquiera bostezo.
La tenue luz de mi
brujita de Florencia me envuelve en un poco de serenidad azul. Ahuyenta los
fantasmas que no existen, pero que se esconden detrás de la puerta.
Hoy no me quites
también el sueño. Por favor, hoy no. Que tengo un motivo bonito, para disfrutar
mientras duermo.
Irá también con los piscis esto del insomnio y las ojeras de mapache? Dulces sueños princesa, ojalá hoy sí...
ResponderEliminarUn beso grande.
Dormir, descansar... Y rodajas de pepino para las ojeras de lemur.
EliminarBesos y abrazos.