lunes, 25 de septiembre de 2023

Por la calma que transmites.

Si creyera en algo, debería dar las gracias. En mayúsculas, SIEMPRE.

Cuando vuelvo la vista atrás y hago un recorrido de mi vida. Cuando pienso de donde vengo y hasta donde he llegado.

Cuando pienso en mis orígenes y en todos los esfuerzos que hicieron para que fuera la mujer en la que me he convertido, manteniendo la visión de la niña imaginativa de siempre. La forma en que me educaron, las vivencias que moldearon mi carácter.

Todos los acontecimientos negativos y cómo los he ido afrontando. Como me ensañaron a no depender, de nada ni de nadie.

A no aferrarme, ni al pasado ni a sueños estériles.

Y en esas casualidades, en las que no creo, hicieron que me llamara el pasado. Algo que había intuido que alguna vez pasaría, como otras veces en mi vida, volvió a mi existencia con fuerza.

Gracias a ello, ha resurgido la necesidad. La imperiosa necesidad de volver a crear. De moldear lo que ronda mi mente, de dotar de expresiones, lo que brota de un corazón contenido y de una mente en constante ronroneo, de felina inquieta.

La inmensa suerte de volver a revivir, de ver con otros ojos a la misma gente que compartió los primeros años de mi rara existencia de mortal.

Me doy cuenta de la infinita suerte de seguir viva, de disfrutar del aire que nutre mis pulmones, que oxigena mi cerebro para que sigua bullendo, maquinando planes.

De disfrutar del placer de mirar las nubes y que pase el tiempo. De la suerte de estar conectada al mundo, mientras saboreas un té.


De los pequeños detalles de los que te quieren y te conocen, que arrancan una sonrisa mientras dejas fluir la vida, cualquier tarde de otoño.

Cuando te das cuenta que tu presencia sigue viva en el recuerdo de otros. Que de alguna forma, también formastes parte de su vida. Que alguna vez fuiste algo importante para alguien.

Que detrás de las caras y las sonrisas, hay una vida sorprendente. Que todos han tenido y tienen sus historias que contar, interesantes, enigmáticas.

Soy afortunada. Mucho. Porque he disfrutado y estoy dispuesta a seguir disfrutando. Y debo aprender a ser más agradecida. Y menos tímida para verbalizarlo.

Porque los demás pueden ver ahora mi cara divertida, la fase serena de mi vida. Esa que transmite calma.

lunes, 17 de julio de 2023

 De la necesidad y otras virtudes inconfesables.


En la era del hedonismo, del tedio de los deseos que inmediatamente han de ser satisfechos, de la insatisfacción por quererlo todo y no tener realmente nada.

Nacemos, hijos del deseo y nos convertimos en estrellas fugaces de una vida que pasa rápida ante nuestros ojos. Nacemos de la necesidad de llenar vacíos de corazones esperanzados. Y nos dejan indefensos, ante un universo, en el que no hemos elegido vivir.

Afortunados los que vivimos intensos momentos de risas compartidas y de lujuria a escondidas en tardes de verano, en los que el sudor de la piel recorre la espalda y te hace estremecerte hasta el desmayo. 

Afortunados los que lloramos con intensa amargura por los dramas del primer mundo, porque así creemos valorar más las ínfimas parcelas de felicidad con las que nos conformamos. Migajas de placer, de posesiones materiales que en realidad no valen nada, si no se disfrutan, sin no se comparten.

Momentos de la luz que todo lo abrasa y lo ilumina, esa luz que nos saca de los sueños y nos arrastra a las pesadillas.



Afortunados los que aún tenemos anhelos de fundirnos en un mar que nos alegra, nos reconforta, pero no nos ahoga. Un mar que nos da energía para aguantar la inaguantable y perentoria obligatoriedad de seguir respirando.

Nos hace suspirar su recuerdo, cuando para otros es muro húmedo que los separa de su sueño y su esperanza.

Vida para unos, muertes para otros muchos.

Felices sólo con mirar profundo a los ojos. Y saber que no hay distancia que mate la ilusión de una vida mejor unidos.

Afortunados de saber que una sola caricia alegra el triste alma de quien no tiene más que la fuerza justa para seguir luchando.

Y nos aferramos al día a día, a resistir por resistir. Sin saber cuál es el sentido. Nos conformamos con la supervivencia.

Afortunados los que disfrutan cuando se sumergen en historias de otros, para matar el tiempo y no pensar en sus propias desgracias, porque al menos no piensan, no se autolesionan el alma.

Lo llaman vida. Para esto, amor, tu y yo tenemos otro nombre.