lunes, 8 de diciembre de 2014

Escala de prioridades.

Vivo en un plano de realidad donde prima la tecnología.

Tengo un Smarphone, una tablet, dos portátiles (uno en el trabajo y otro en casa), un netbook que sé que ya es casi una reliquia (y sin el casi). Y hasta una tele en el salón que se conecta a Internet y puede tener en la pantalla, entre otras cosas, imágenes de diferentes acuarios. Peces reales a través de una pantalla, con sus ventajas y sus inconvenientes.

No tengo Iphone, ni falta que me hace.

O sea, soy pobre tecnológicamente hablando.

Mis hijos ven sus series de dibujos favoritas, elegidas a la carta. Y no van a casa de sus abuelos sin su pendrive y/o su tablet, con sus cosas para entretenerse.

Hasta mi hija intenta cambiar de canal, arrastrando el dedo por la pantalla de la tele, como si de la pizarra digital de su cole se tratara.

Acudo a charlas sobre e.comerce, donde me hablan, con la fascinación brotando por los poros, de las bondades de Internet y de lo maravillososas (y hasta buenas para el cutis) de las RRSS (léase Redes Sociales).

Me hablan de galácticas aplicaciones (realidad aumentada y esas cosas), que se anticipan a tus deseos a la hora de comprar cosas o que te crean unas necesidades materiales que ni sabías que tenías.

Hablo (y lo de hablar es un decir) por WhatsApss con amigos a los que no tengo tiempo de ver.

Adquiero por Internet para mis progenitores, cosas que les ayuden a paliar sus carencias de movilidad, porque no tengo tiempo para acompañarlos e ir de compras con ellos.
 
Hasta escribo en este blog, mientras estoy tumbaba en la cama (yo, que aprendí a escribir a máquina con una Remintong). Y no, no es broma.


Todo muy fácil, todo muy rápido. Todo aparentemente muy sencillo. Muy cool. Todo muy mágico.

Y todo muy frío.

Los peces de la pantalla de mi tele del salón no se ponen nerviosos con mi presencia, intuyendo que se acerca la hora de comer. Porque no ven llegar...

No veo la cara de alegría de mis amigos cuando les envío un WhatsApp divertido, porque no los tengo cara a cara.

Reflexiones mientras paseo pisando hojas secas.



Nadie ha sido capaz de recrear con máquinas (ni otros ingenios creados por los humanos), el olor de la humedad, ni el sonido de mis pies entre las hojas.


De momento.

Nada sustituye la magia de un abrazo, ni lo bien que sienta recibir besos...

Lo dicho, de momento.

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