sábado, 3 de marzo de 2012

En condicional.

Lo que vives en la adolescencia suele marcar tu personalidad y la forma en la que organizas tu existencia en el futuro.


Tus pensamientos y tus vivencias en esa época se viven con el ardor y la intensidad del que piensa que se puede comer el mundo. 


Yo no podía ser una excepción y como todos viví la revolución hormonal con miles de pájaros revoloteando sobre mi melena, muchas fantasías, ningún plan definido para los años venideros y con gran ambivalencia de pensamientos.


El carácter se forja con fuerza gracias a la ayuda de pequeños detalles, que para los extraños pueden ser insignificantes, pero que para el interesado suelen ser definitivos. Para mi, uno de ellos fue encontrar de forma casual un texto (una traducción muy, pero que muy libre de "If" de Kipling: http://www.kipling.org.uk/poems_if.htm). La trasladé a papel, la plastifiqué y durante años me acompañó pegada en la carpeta escolar de turno, junto con las fotos de mis ídolos del momento.


Esos ídolos fueron envejeciendo, fueron desapareciendo las fotos, pero siempre ha estado conmigo el siguiente texto:

Si puedes mantener la cabeza bien alta, cuando todo a tu alrededor pierde la tuya,
si puedes confiar en ti, cuando todos los demás dudan, pero admitir también sus dudas,
si puedes esperar sin cansarte de la espera y aún gozar de ella,
y si eres engañado, no pagar con mentiras,
o si odiado, no odiar a tu vez, sin creerte por ello, ni demasiado bueno, ni demasiado sabio,
si puedes soñar, sin hacer que los sueños te adormezcan, 
y pensar, sin hacerte esclavo de tus ideas,
si puedes enfrentarte al triunfo y al desastre y tratar del mismo modo a ambos farsantes,
si puedes mirar las cosas que en tu vida has roto y recogiéndolas, reconstruirlas con paciencia,
si puedes amontonar todos tus triunfos y arriesgarlos a un solo golpe de suerte,
y después de perder, empezar de nuevo sin añorar lo perdido,
si puedes forzar tus nervios y tus tendones, para jugar tu turno cuando ya parezcas derrotado, 
y resistir cuando no te queda nada, excepto la voluntad de resistir,
si puedes hablar a las multitudes, sin perder tu capacidad de escuchar,
si puedes tratar a los poderosos, sin contagiarte de su soberbia,
si ni amigos ni enemigos pueden herirte,
si cuentas con todos, pero con ninguno demasiado,
si puedes percibir ese minuto exquisito, en el que cada uno de los sesenta segundos cuentan,
tuya será la tierra y todo lo que en ella habita,
pero lo que es más importante, serás un hombre, hijo mio.

Las palabras pasan, pero me gravé a fuego dos cosas: resistir cuando no te queda nada, salvo la voluntad de resistir y que todos y cada uno de los sesenta segundos cuentan.


Los que me conocen saben que no tengo por costumbre rendirme. Nunca.

3 comentarios:

  1. Fue mi texto de cabecera durante mucho tiempo, luego lo cambié por otro que no recuerdo quién lo escribió pero acababa diciendo que nada es tan malo como parece, pero éste siempre me gustó. Y doy fe de que nunca te rindes, da gusto tu filosofía de vida :)

    ResponderEliminar
  2. Si, aunque a veces tiro la toalla, siempre me arrodillo a recogerla y sigo.
    Me gusta eso de que nada es tan malo como parece.
    Bss guapa.

    ResponderEliminar
  3. Qué texto tan bonito, Estrellas...; la verdad es que no lo conocía. No me extraña que fuera tu "faro" durante la adolescencia y más allá. Gracias por compartirlo.
    Un abrazo fuerte!

    ResponderEliminar