jueves, 12 de diciembre de 2013

Hasta la medula.

Mi madre, que es una de las dos personas en el mundo que realmente me conocen bien, dice que a veces "me pongo muy mística".

Y si es cierto, lo llevo en la sangre; bueno más bien lo arrastro en mi signo. Desde que nací. Para ser exactos.


Hay veces que me dejo llevar por mis pensamientos y me quedo columpiándome en ellos tranquilamente. 

Oscilo entre el debo y el quiero.

Levito. 

No me centro. 

Se me va la vida en otros pensamientos que no son los que debería tener. Suspiro, miro a un lado y a otro y me veo viendo pasar mi vida por delante, petrificada, sin atreverme a vivir.




Sedente y sedienta de un agua que no llega. 

Intranquila. 

Y por fuera la viva imagen de la calma. Mientras que por dentro el riachuelo tranquilo da paso al torbellino de agua y éste a la más vertiginosa de las cascadas.

Veo un futuro de no sólo uno. Pero a veces, pierdo el ánimo y la paciencia. Me dejo llevar por los pensamientos menos positivos y voy nadando, a veces río arriba, a veces sólo contra corriente.

Se que esta dualidad la llevo sobre mis hombros, que me acompaña y me acompañará en todos mis pasos, ya sean en mis presentes carreras contra el reloj o en mis futuros paseos tranquilos por la arena.

Lo se mamá, a veces me pongo "muy mística", eso me pasa por ser pez de marzo.

2 comentarios:

  1. Esas lecturas de pensamiento que me haces, a veces me dan miedito...
    Besos de pececillo a pececillo.

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  2. Es que somos peces muy parecidos.
    Un beso con burbujitas.

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