lunes, 7 de abril de 2014

El lento transcurrir de la existencia.

A veces la vida te permite un receso para tomar impulso, para cambiar el rumbo cuando la decisiones discurrían por una pendiente empinada.

Tratas de aferrarte a la raíz del árbol que se ha cruzado en tu camino, pero ni sientes su sombra, ni su cobijo y te das cuenta que ni siquiera es el mejor árbol que puedas encontrar.



Sólo buscas un banco para descansar y reponer fuerzas, para disfrutar de la tarde y de la calma. Entre dos troncos secos, a pesar del frío.





Pero te das cuenta que ninguno es del tipo de madera que necesitas para que arda tu fuego. Y en cuanto puedes te levantas para seguir tu paseo lento. Como lento pasa el tiempo cuando no tienes nada que hacer. La lenta existencia del que no tiene ninguna prisa respirando.

Y al lento discurrir de la sucesión de días se suman las noches sin sueño y sin cansancio, las mañanas sin más prisas que las marcadas por las ahora obligadas rutinas de las comidas frecuentes. El resto sólo es trabajo. El resto sólo son imposiciones.

Miro por la ventana, un frío continuo no para de helar mi sabia desilusionada y mi corazón. No preparé bien mi leñera para el invierno y me encuentro con troncos nudosos y húmedos que no arden, sólo provocan humo. Y distancia, cada vez más infinita distancia.




Humo que te ciega los ojos. Para no dejarte ver con claridad. La injusta forma de percibir, siempre lo extremadamente bueno, siempre lo extremadamente malo.

O troncos que huyen, apartándose de tu camino. Que se inclinan a un lado, pero que tampoco dejan libre del todo el terreno a tu paso.




Y en el lento transcurrir de los días sin prisas, sin apenas obligaciones, en el paseo lento de las tardes grises de lluvia incesante, pienso en los árboles que rodean el camino, sin hojas, sin belleza, de tronco rugoso y áspero, que rozan la piel hasta hacerte herida si te acercas demasiado, pero de los que se mezcla tu sangre con su sabia y ya nada vuelve a ser lo mismo.




A la espera de la verdadera primavera, la que da paso al agobiante y áspero verano. Ese que abre el camino al otoño y de nuevo al invierno. Hasta el infinito.

2 comentarios:

  1. Crece despacio, al ritmo natural de la naturaleza, con la sólida base de tierra que aferran los árboles al camino y pasea, no corras.
    Un bosque de sensaciones has descrito con un hondo sentir.

    Suaves besos.

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  2. He descubierto que corriendo no tengo la misma perspectiva de la vida, que si voy paseando. Sabio consejo Mar, que te agradezco y que sigo.
    Besos.

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