sábado, 2 de febrero de 2013

Grand Central Station.

Mientras cenaba he podido escuchar una noticia que no era mala, todo lo contrario. Grand Central, en la Gran Manzana, se ha vuelto centenaria.





Cuando atravesé por primera (y de momento única) vez el Atlántico, estuve alojada muy cerca, apenas unos metros de este cruce de comunicaciones neoyorquino. En la 45 St. con Madison Avenue.

De las primeras cosas que hicimos tras llegar, soltar el equipaje, ver como funcionaba la tele (a esas alturas ya no me sorprendió ni lo más mínimo), impresionarme con el "im-pre-sio-nan-te" chico de seguridad que vino a abrirnos la caja fuerte de nuestra habitación y bajar la temperatura del aire acondicionado, casi innecesario ese 4 de julio de hace tantos años, pues lo primero fue encaminarnos por Vanderbilt Av. para llegar a Grand Central.

El objetivo era comprar una "New York Pass" para cada uno y a patear cada rincón como típicos turistas, hasta que no pudiéramos más.

De Grand Central me impresionaron las dimensiones de su vestíbulo y su techo con más de 2500 estrellas, formando las constelaciones...




Me intimidaron los USMC, esos Marines, metralletas (o lo que fueran) en mano, que más parecían armarios roperos de cuatro puertas, que humanos, con cara de cabreo, mirando a todos como si fuéramos peligrosos bichos andantes.

Me fascinó, como no, su reloj de cuatro caras del vestíbulo. Tic-tac-tic-tac. ¡Ay, qué inexorable es el tiempo, aunque hay cosas que no cura ni en la distancia, aunque atravieses medio mundo, aunque te escondas detrás de la lente de una cámara para hacer fotos en B/N que enseñar alguna vez!

Delante de la escalitana, recordé la secuencia de "Los intocables de Eliot Ness", con ese carrito de bebé rodando a cámara lenta por las escaleras.

Me sentí abrumada por la gente que se cruzaba ante mi, rápidos, con destino fijado. Cruce de caminos, cruce de vidas, cruce de miles de universos paralelos, en el escenario archi-conocido, en el decorado real de mis películas antiguas. Me sentí pequeña, me sentí frágil, me sentí indefensa y asustada.

Yo también había elegido mi camino y mis pasos me habían llevado muy lejos, pero no puedes huir del destino, no puedes esconderte de tu realidad, ni refugiarte en sueños falsos.

Ya era hora de pasar página, o al menos de intentarlo. No puedes borrar una mala experiencia, como si no  hubiera sucedido, pero si al menos, intentar vivir como si no te afectara. Aunque también sea misión imposible, desterrar su recuerdo.

El peso de esas constelaciones de fondo verde, cayó sobre mi y me dediqué a hacer una foto más, si otra más. Para el recuerdo.

7 comentarios:

  1. Que recuerdos! Mi visita a la Gran Station también fué mágica.

    Te dejo un premio en mi blog!

    http://lalonelymama.blogspot.com.es/2013/02/otro-premio.html

    ResponderEliminar
  2. Cada vez que leo uno de tus viajes es como si estuviera allí. Lo cuentas tannnn bien...
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cada vez que los recuerdo (sniff, sniff, ¡¡como añoro poder viajar!!), es como si volviera allí. Recuerdo los sonidos, los olores, la luz, la temperatura que hacía, con todo lujo de detalles.
      En fin...
      Un abrazo grande.

      Eliminar
  3. Que suerte haber estado debajo de ese techo impresionante. Es para lo único que me gustaría tener dinero, ya que, al igual que tu nunca he sido avariciosa. Tengo un primo que por trabajo viaja a todas las partes del mundo y siempre dice que hay tres ciudades que ver antes de irnos de aquí, Madrid (que tenemos la suerte de poder disfrutar), París y Nueva York. Personalmente París no me aportó mucho, excepto el maravilloso museo de orsey, eso si mi ilusión es ver Nueva York, aunque creo que casa vez esa posibilidad más lejos de mi alcance.

    ResponderEliminar
  4. Nunca hay que perder la esperanza. Yo pienso volver, a si que cuando "coloquemos" a los niños nos largamos. Yo voy a renovar el pasaporte, vete haciendo lo mismo ¿eh?
    Un beso.

    ResponderEliminar
  5. Pues creo que lo tengo supercaducado, así que a ver si lo renuevo, jajaja. Como sigo con mi insomnio estoy viendo una versión moderna de Arthur el soltero de oro, donde sale la estación y explican que los signos del zodiaco están pintados al revés por equivocación del artista. Como el millonario que financió la construcción era un excéntrico, no le ordenó cambiarlo, porque dice que así es como debería ver el cielo Dios, es bonito ¿no?

    ResponderEliminar