domingo, 29 de enero de 2012

La esencia de la vida.


El sentido del olfato es el único que tiene comunicación "directa" con el cerebro, es decir, que los terminales sensoriales de la nariz llegan, por decirlo de forma sencilla, sin intermediarios a nuestro cerebro. Por eso, los recuerdos olfativos son tan precisos.

De las cosas que más nítidamente recuerdo de mi infancia está el olor a café recién hecho por mi madre los sábados por la mañana (antes de que la tensión le jugara la mala pasada de obligarla a abandonar su único vicio confesable), el olor del jazmín del patio de la casa de Murcia donde pasé las primeras vacaciones de mi vida, cuando mi  madre me dejaba secarme al sol, sentada en una mecedora y envuelta en una toalla tras volver de la playa y mientras ella preparaba la comida para mi hermana y para mí.


No todos los recuerdos son agradables, como el olor a desinfectante hospitalario, el olor a humedad de mi clase en el cole, o el olor de las algas pudriéndose al sol.


Como la memoria es selectiva, tendemos a recordar lo desagradable de forma más pertinaz y a esconder en los recovecos del alma lo agradable, porque ¿para qué recordarlo, si ya no es una amenaza?


Aún así, mi vida es una constante evocación de un perfume femenino con connotaciones de violetas con el que me crucé una vez en la calle y que nunca más he vuelto a percibir. También de perfume masculino, que me devuelve infinitos recuerdos. Del olor de la tierra húmeda, tras una tormenta de verano. De la hierba recién cortada en el jardín que hay al lado de casa. O el olor del aire gélido en una madrugada cualquiera de invierno, cuando el viento del norte me regala una pedazo de sierra madrileña.


Mis recuerdos huelen a té de jazmín y a naranjas recién exprimidas. Huele a colonia infantil y a besos en una piel con olor a galletas. Huele a la sal marina y a brisa de mar bajo la luna llena, de mis solitarios paseos  nocturnos de este último verano.


Por eso es algo que procuro cuidar, para que en la memoria de mis hijos se albergue de forma permanente ciertos recuerdos: el olor a jazmín de ese patio de mi infancia, que ahora está recreado deliberadamente en nuestra propia casa y que inunda en primavera al resto de mi vecindario. El olor a bizcochos recién sacados del horno, el olor a vainilla en los armarios, porque dicen que a vainilla huele el líquido amniótico.


Me gusta pensar, que cuando sean mayores, su memoria devuelva olores que vivieron a nuestro lado y que cada uno de ellos esté asociado a momentos felices.

jueves, 26 de enero de 2012

El Día de la Marmota.

Así definía su existencia, la mamá del "medio-pollo", como ella misma denominaba a su hijo, un  peque vecino de incubadora de la "Pitu".

Decía que desde que había llegado su niño, su vida era igual todos los días, con independencia de que fuera martes, domingo o jueves.

En "Atrapado en el tiempo" Bill Murray se encontraba sin quererlo en Punxstawnwey (Pennsylvania), reviviendo una y otra vez el dichoso día. Y la verdad, es que llevo unas semanas que creo que vivo lo mismo una y otra vez.


Os cuento: 06.02 a.m., suena la alarma del móvil que ejerce de despertador. Lo apago y pienso que necesito dormir o 3 horas o al menos 5 minutos más. 06.07 a.m., vuelve a sonar. Lo apago y me levanto. Aseo, vestido, desayuno.


Abro el garaje, meto la llave en el contacto y arranco con dirección a destino, tic-tic-tic, intermitente y a la izquierda (50 km. lejos de casa, sorteando inútiles al volante), hoy tengo suerte, voy con copiloto y el trayecto se hace muy agradable a pesar del sueño. 07.35 a.m. (minuto arriba o abajo, según sea el atasco), llegada al trabajo.


Trabajo, trabajo, reunión (uff, ¿no se había aplazado?, pues no y llegas tarde ¡¡mal, muy mal!!). Más trabajo. 11.11. Suena el teléfono (menos mal, una llamada que no es de trabajo, un oasis en mi desierto mental entre el cristal que habito). Vuelve a sonar el teléfono y esta vez es laboral, más trabajo.


Hora de salir, a correr para deshacer el camino, otros 50 km., pero estos me acercan a los que quiero. Recojo al "tete". Merienda. Vamos a esperar a que llegue la "Pitu" de la ruta. Llega. Cantamos nuestro "cumple-día-feliz" diario. Aplausos. Entramos en casa. Meriendas. Hablamos con los abuelitos. Cambios de pañal y de ropa, sesión de pintar corazones.


Jugar. Risas. ¡A pensar!. Tareas de casa. Preparar la cena. Preparar mochilas y ropa para el día siguiente. Cenas ¡¡qué batalla, todo está manchado de puré!!. Más corazones. Baños. Pijamas. Ahora toca el cuento. Biberón para el "tete" y que resista toda la noche o al menos hasta las 07.00. Besos. Muchos besos. A dormir.


¡Por fin!, ya duermen. Cena. 22.22 (medio minuto de oasis). No puedo más. no soy capaz de mantener los ojos abiertos. Necesito dormir...


Dentro de un rato volverán a ser las 06.02 a.m. y vuelta a empezar. Y así. con mínimas variaciones son mis "Días de la Marmota", desde hacer dos años.


Y encima no me parezco a Andie MacDowell.

martes, 24 de enero de 2012

Beee, beee

De todos los bichos de la creación, el animalito que siempre ha despertado mis simpatías es la oveja. Tan boba, tan suevecita, tan aparentemente tierna ¡¡cuantas similitudes personales!!.

Quién me empieza a conocer, advierte rápidamente esta afinidad y mis buenos amigos me han regalado ovejas en diferentes versiones: peluches (una de mis primas incluso me trajo una de Escocia, de la época en la que estuvo trabajando en un castillo, fantasma incluido), gomas de borrar, lapiceros, pañuelos de papel con ovejitas, velas en forma de oveja, cuadernos, etc, etc. Hasta tengo unas zapatillas de estar en casa con ovejas (negras, of course).


Pero el otro día en la oficina se rompió un poco la magia. Escuché sin querer (palabra que yo no quería, pero la gente habla tan alto...) que estaban hablando sobre películas "frikis" y alguien comentó que hay una película (a cualquier cosa le llaman película ahora) titulada "Ovejas asesinas", en la que la trama versa sobre un grupo, perdón, quería decir rebaño, de ovejas díscolas, que atacan a todos.

Madre mía ¿dónde ha quedado mi bucólica imagen de estos tiernos seres? Yo, que ni pruebo el cordero.

Y encima hoy, en el karaoke en inglés que está organizado por el AMPA del cole del "tete", hemos cantado la canción de "La granja de Pepito", versión inglesa (si, lo se, hace tiempo que perdí mi sentido del ridículo y todavía no lo he encontrado) y me ha tocado ser "sheep".

¡Si ya os he dicho que las casualidades no existen!

viernes, 20 de enero de 2012

Un sábado cualquiera

Mis hijos no distinguen aún si es día de cole o es fin de semana. Y cuando llega la hora de despertarse, cada uno tiene su forma: la "pitu", despacito, poco a poco, despegándose perezosa de los brazos de Morfeo, tomando consciencia de la luz del día, del lugar en el que está..., vamos tomándose su tiempo, como yo.
Y el "tete" al contrario, abre los ojos, viene a buscarte, te planta un beso lleno de babas y te suelta a gritos un ¡buenos días!, ¡hello! (que para eso empieza a ser políglota) y da por comenzada su jornada.

A continuación, ocurre una escena que me imagino no es original de mi familia: el "tete" empieza a repartir besos a su hermana y a mi de forma alternativa, a dar saltos, a reírse, más saltos, a tocarme el pelo...
Su hermana y yo nos miramos resignadas y tratamos de dormir unos minutos más, pero él es implacable y así, damos paso a nuestra ya tradicional batalla de cosquillas (he de confesar que soy yo la que la inicio).

Cuando veo que están jugando entre ellos, no dejo de pensar que seguimos siendo muy parecidos a otras especies animales, en concreto, me identifico totalmente con las imágenes de los documentales de las leonas del Serengeti, con mis "fieras" alrededor, mientras que yo descanso tras haber cazado para alimentarles.



Normalmente esto ocurre cuando está amaneciendo y trato de retener en mi memoria esas miradas alegres, como un tesoro, como uno de los mejores bienes que disfruto.

Son las 7 de la mañana, es sábado. Vamos a empezar los desayunos.

jueves, 19 de enero de 2012

La invasión.

Como madre de prematura, aprendí lo que es el método canguro. Para quién no sepa de qué estoy hablando os recomiendo este artículo de "El País":

http://www.elpais.com/articulo/salud/NEONATOLOGIA/metodo/canguro/mejora/evolucion/bebes/prematuros/elpsalpor/20000404elpepisal_6/Tes

Gracias a que en la Unidad de Neonatos donde estaba ingresada nuestra hija eran seguidores de este estupendo método (y de la lactancia materna como la mejor alternativa en caso de ser posible), tuvimos la maravillosa oportunidad de disfrutar de lo que para nosotros fue una de las mejores experiencias durante los larguísimos tres meses y medio que duró su ingreso hospitalario, desde su inesperada llegada hasta el día en que nos pudimos ir a casa juntos los tres.

En aquel momento, no sin miedo por su gran fragilidad y por lo delicado de su estado, pudimos disfrutar del contacto piel a piel, recorrer su diminuto cuerpo, conocer sus pies, sus manos, su cara escondida entre tubos y cables. Cuando no era mucho más grande que mis pequeñas manos.



Indudablemente fue una experiencia positiva tanto para ella como para nosotros. Y aún hoy en día, a pesar de la distancia que supone recordarlo, sigo teniendo en mis dedos la sensación de la infinita suavidad de su piel, que se pegaba al principio a nuestro contacto, esa piel tan fina, que dejaba ver sus venas.

Aún hoy en día sigo sintiendo sus precarios latidos, tratando de acompasarse a los míos, cuando el calor de mi cuerpo era su fuente de calor y cuando el ritmo de mi respiración hacía que se estabilizara la suya y subieran sus niveles de saturación de oxígeno en sangre. Aún hoy en día recuerdo su diminuto tamaño y su escaso peso.

Ya en casa, sin tubos, sin cables, sin el "pulsi" (pulxioxímetro pedriátrico), por supuesto seguimos siendo devotos seguidores de este método y era para nosotros un placer sentirla piel a piel dormirse tranquila. Esto lo hicimos extensivo al día y la noche y no era raro compartir en todo momento nuestro espacio con ella.

Desde esos momentos han transcurrido ya cuatro años y medio y aún hoy en día, si se despierta en plena noche, su padre acude a su habitación a buscarla y la trae a nuestra cama. Un poco de incomodidad compensa nuestro sentimiento de culpa por haber tenido que pasar tantas noches a varios kilómetros de ella, cuando finalizaban los turnos de visita y teníamos que volvernos solos, sin ella, a otro lugar, a esperar que llegara un nuevo día y pudiéramos entrar de nuevo a verla, a tocarla, a disfrutarla.

Noches en las que sus "titas" de la Unidad de Neonatos le brindaban su calor, su tiempo, sus cuidados y todo su cariño.

Por eso ahora, cuando en plena noche llega a nuestro lado y se acomoda pegada a nosotros, para sentir nuestro calor y más dormida que despierta escucho su respiración tranquila y noto la suavidad de su cara contra mi cara, me siento una madre feliz y afortunada de poder tenerla a mi lado, contra todo pronóstico.

¡¡¡Bendita invasora!!!

lunes, 16 de enero de 2012

Repartiendo corazones

Cuando tienes dos niños de edades cronológicas diferentes, pero con un nivel de desarrollo evolutivo similar, muchas cosas las tienes que ir trabajando en paralelo.
Una de las cosas con las que nos estamos enfrentando ahora en casa es el divertido mecanismo de aprendizaje del control de esfínteres.
¡¡Fascinante!!
Como en la escuela infantil del peque refuerzan cada avance en la materia, pintando un corazón en la mano (un refuerzo positivo estupendo: fácil de aplicar y muy económico), lo estamos haciendo extensivo en el hogar.
Así que ahí estamos, repartiendo corazones a diestro y siniestro y todos llevamos al final del día los nuestros. Si me lo he ganado, yo también quiero el mio.
Es curioso lo fácil que es administrar este símbolo de amor y el efecto que produce, se iluminan las miradas y se dibuja una sonrisa en una cara infantil.
Lo dicho, es fascinante.
Por cierto, las madres de nuestra madres no pintaban corazones en los dorsos de las manos, no contaban con los pañales de usar y tirar y tenían que enfrentarse a varios culetes, de diferentes tamaños. Seguro que ni estaban tan pendientes de cada uno, porque probablemente no tenían tiempo, ni contaban con los recursos de refuerzo/castigo que usamos hoy en día, pero lo que os aseguro es que su "método" funcionaba.

viernes, 13 de enero de 2012

Only time

Nos pasamos el día de un lado para otro sin pararnos a pensar en lo que hacemos. Nos rodeamos de cosas materiales y nos preocupamos de tener cada vez más: un smartphone nuevo, más ropa,..., cualquier nueva adquisición nos vale. Tratamos de llenar nuestros vacíos personales con lo que tenemos a mano, pero ¿eso nos hace más felices?
Esto es lo primero que escuchó mi hija, dentro de una incubadora:




Esto es lo único que le pedí a la vida en ese momento y es lo único que le sigo pidiendo: tiempo. 
Esto es lo único que prometí, la única vez que hice una promesa con el alma, en mi vida. Tiempo para disfrutar de las pequeñas alegrías del día a día. Ya que a veces, ese espacio en el infinito que tenemos asignado, se acaba y ya no tenemos más, como la arena de los relojes, como la vida misma.

Carpe diem.












jueves, 12 de enero de 2012

La princesita

Hay una compañera en mi empresa, que dice que cuando sale por la puerta del trabajo, se pone en "modo madre" y a correr.

A mi me hizo mucho gracia la expresión y me paso gran parte del día en "modo madre", intentando arrancar minutos al tiempo para hacer el máximo de cosas posibles. No me gustan las etiquetas, pero al final, todos vamos poniendo nombre a las cosas porque nuestro cerebro se organiza así mejor y si me tuviera que definir en dos palabras diría que soy madre (y muchas más cosas). Lo mejor es que desde que llegaron los Reyes Magos, hemos adoptado a un nuevo miembro en la familia y ahora tengo dos princesas en mi casa, una de ellas es mi "Pitu"  y la añadida esta:




Y el "tete" que es mi príncipe.


Las casualidades no existen.

Desde mi más tierna infancia (no tan lejana) pensé que las casualidades no existen. Hoy he tenido otra oportunidad de constatar que es así.

Somos padres de una prematura extrema, un milagro de la vida, aunque no crea en milagros (nosotros también íbamos a Italia y nos estrellamos en Holanda...) y quien conoce la historia sabe de qué estoy hablando.

Llevo mucho tiempo, al menos tres años, pensando en crear algún tipo de asociación de padres prematuros, para ayudar a otros padres en la tesitura de tener que enfrentarte a un situación inesperada y bastante dura. Y hoy, por casualidad, una compañera de la empresa en la que trabajo, me ha comentado la existencia de la Asociación de Padres de Niños Prematuros (http://www.aprem-e.org/).

Esta asociación lleva a cabo una actividad que desde hace tiempo llevo planeando: contactar con padres que acaban de tener un hijo prematuro (incluso cuando el bebé está aún en el hospital, desde los primeros momentos, que son los más angustiosos) y ofrecer todo el apoyo y colaboración que sea capaz. Considero que cuando mejor se entiende la situación en la que está otro, es cuando tu ya has pasado por esa situación.

Lo dicho, las casualidades no existen. Hoy, de la forma más inesperada, he encontrado algo que llevaba mucho tiempo buscando. Gracias, Eva. Soy yo la que tiene la suerte de haberos encontrado en mi camino.

miércoles, 11 de enero de 2012

Dándoles vuelta, al final esto es maravilloso.

Pues si. Una vez hecho, he estado dándole vueltas a esto. ¿De donde proviene esta necesidad de comunicar a los demás lo que pensamos? La sociedad actual no ha cambiado tanto, por mucho que nosotros lo creamos, lo que han cambiado son los medios para hacerlo.

Cuando vives en un medio rural (de los de antes, que los de ahora están comunicados hasta con la N.A.S.A.), tienes cerca a los vecinos y en el bar les vas contando tus desdichas. Pero ahora, nuestro paño de lágrimas se escuda en la tecnología y puedes tener "amigos" en Japón y desconocer por completo la vida del que vive al otro lado del tabique, que tampoco veo yo la obligación de tener que conocer, con el único criterio de la proximidad.

Anoche pensaba ¿he hecho bien embarcándome en esto? pues si, me autorespondo. Esto es terapéutico, por lo menos para mi y para mis inmensas ganas de compartir lo que pienso. Igual no hay ni dos en el mundo a los que les interese, pero como nunca me ha importado en exceso lo que piensen los demás de mi...

Si, esto es maravilloso.

martes, 10 de enero de 2012

Reconociendo defectos

Hay una frase que digo con cierta frecuencia: "Desde que amanece hasta que anochece, el número de tontos crece", pero hay días que los que ya están, se perfeccionan.


En ese grupo me incluyo, porque reconozco que entre mis muchos defectos (algún día voy a preparar una lista) está el de ser una "ceporra" en materia de tecnología. No es que no me guste, es que hubo un tiempo en que me daba cierto reparo. Es irónico, porque trabajo desde hace años en una empresa de telecomunicaciones y me sorprende cada día más como avanza este mundillo y las cosas que se inventan.


Yo que crecí con la carta de ajuste, me admira ver que mis hijos crecen con un móvil en la oreja, como la cosa más normal del mundo. No os podéis ni imaginar lo que me está constando aprender a tener "un diario informático".


Pero esto es para mi un desafío y no un propósito de año nuevo, que en eso lo típico es querer adelgazar (lo que me faltaba), apuntarse a un gimnasio (en casa tengo montado uno en tamaño "mini" y ni tiempo que tengo) o querer aprender algún idioma, pero eso si que me da alergia, palabra que me entran picores.

Cuaderno de bitácora: día 1.

Hoy empieza una aventura, desde hace tiempo meditada y deseada. 


Como todo aprendizaje en esta vida, será lento al principio, estará lleno de inseguridades y de dudas, pero de todo en esta vida se aprende. Y la vida me ha enseñado que de lo que más se aprende es de los errores.


Espero no estar sola en este viaje.