miércoles, 2 de mayo de 2012

Sin premeditación.

Con la malsana intención de agotar a los incansables vástagos y no tenerlos todo el puente metidos en casa haciendo diabluras, salimos de casa el martes, que para eso era festivo y el cielo no amenazaba diluvio.

La idea era aprovechar que siempre se despiertan muy temprano, darles el desayuno, empaquetarles en el coche y poner rumbo al sur. Para llevarnos la contraria, no se despertaron a las 7.01 a.m., que últimamente es lo habitual, lo hicieron como hora y media más tarde, pero daba igual, para un día que no había que ir contra reloj todo el rato, no importaba. Finalmente salimos de casa sobre las 11.


A las dos horas, el "tete" no podía más: "pis, pis, M." (no me llama mamá, él me llama por mi nombre de pila). Rápidamente hubo que parar a la derecha, en un camino rural. Aliviada su mini vejiga, el iluso urbanita nos preguntaba por la cadena del wc ¡¡pobre!!, tiene que salir más al campo.

La siguiente parada, después de que el conductor se perdiera y yo me mordiera la lengua varias veces para no hacer ningún comentario al respecto, fue nuestro primer destino de la jornada: a comer en el Parador de Almagro.

El lugar me pareció precioso, de todos los Paradores a los que he ido a comer, este es el segundo que más me ha gustado. Nos encaminamos al silencioso comedor, silencioso hasta ese momento. Estaban un par de familias más con niños; no era tarde, pero primero comieron los niños, que se portaron fenomenal, para lo que son ellos.

Disfruté de la copa de Gran Fucares y los entrantes, que para eso no me tocaba conducir, también  lentamente la de Rueda Blanco, fría; pero sobre todo disfruté de la comida: me supo a gloria el salmorejo con huevo de codorniz y el postre, una rica bizcochada almagreña.

Insisto, los niños no se portaron excesivamente mal, para lo que son ellos. Aun así, el  jefe de comedor suspiró aliviado cuando pedí la cuenta y mientras pasaba la tarjeta de crédito, me confesó sonriente que los niños se habían portado mejor de lo que hubiera esperado.


Luego fuimos a ver los patios del Parador, tranquilos y silenciosos hasta ese momento.

 
Patios tranquilos, inmaculadamente cuidados.

 
 Insisto, patios tranquilos que volvieron a rebosar tranquilidad en cuanto nos marchamos.
 
El olor de los jardines, incrementado por la breve lluvia de horas antes era una maravilla.

Con los ojos cerrados trataba de identificar los diferentes árboles y arbustos, sólo por su olor.



Luego, a cada paso, una calle de encaladas fachadas.
Una sorpresa, contra el cielo semi nublado.


Hasta que nuestro pasos desembocaron en la  Plaza Mayor, con sus siempre atrayentes balcones, escondiendo secretos tras sus cortinas.





  

Los niños corretearon, no suelen estar acostumbrados a espacios abiertos tan grandes, donde tener libertad para moverse sin ser motivo de preocupación para nosotros.

Y yo pude fotografiar instantes, columnas, gentes, edificios y las cruces de mayo, que se habían celebrado por la mañana.
   
No pude evitar la tentación y como ultimamente me autoconcedo pocos caprichos personales, terminé sucumbiendo en una tienda de artesanía típica y me decanté por un par de caminos de mesa bordados, para agasajar a algún incauto invitado, con una bonita puesta en escena. No suelo darle mucho aire a la tarjeta de crédito, pero reconozco que esta semana ya me he pasado varios pueblos, si es que no se puede salir...

Y ya para acabar el día, nos llevamos a los peques a un pueblo cercano, según te pierdas o no por el camino, a Manzanares, a merendar a la sombra del castillo de Pilas Bonas, con la esperanza de que alquilaran mazmorras, pero no, no hubo suerte, ahora es una hospedería, una lástima...

6 comentarios:

  1. Viví muchos años en Ciudad Real por motivos de amor, hasta que pude traerme de nuevo a toda la familia de regreso a mi tierra charra amada, y sin duda, Almagro era mi paraje favorito...
    Me encanta el pueblo, el parador como bien dices es precioso, el ambiente en verano, en invierno, y las aventuras de antaño que rezuman por sus típicas casas se colaban siempre entre mis pensamientos...
    Sin duda, una gran recomendación! Por cierto, yo la última vez que lo visité, el verano pasado, también paseé la tarjeta para llevarme un precioso abanico y un par de cojines que diariamente me sonríen en el salón!
    Saludines!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Débora, lo primero bienvenida a mi universo. Me alegra saber que no sólo la única a la que le gusta este pueblo. Es tranquilo, limpísimo, precioso... Sus calles tranquilas, los blacones, todo es muy bonito.
      Un beso.

      Eliminar
  2. Qué viaje tan chulo!! estoy deseando ver esos caminos de mesa, conociéndote, seguro que son una preciosidad :)
    Un besito.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya sabes guapa, que se acerca la temporada de inagurar barbacoa. Y estrenamos los caminos de mesa, cuando querais, con un buen vino, rico postre...
      Un besote:)

      Eliminar
  3. Que bonito, yo hasta hace poco no la conocía, me encanto su originalidad dentro de España como pueblo. Los escudos alemanes de sus fachadas, la plaza flamenca abierta y sobre todo su afición al teatro.
    Para una próxima ocasión, te recomiendo el restaurante El Corregidor, muy cerca del museo del teatro, un sitio precioso, una antigua casa del pueblo , con un patio cerrado al aire libre donde los niños pueden correr sin peligro y una comida exquisita.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En la anterior visita, estuvimos tomando algo antes de comer y es verdad que el patio es muy chulo, muy tranquilo, con nuestros niños no sería lo mismo.
      Bss

      Eliminar