viernes, 30 de noviembre de 2012

Incongruencias.

Las que vivo a diario hacen que me debata en una guerra continúa entre lo que me pide el cuerpo y lo que me impone la cabeza.

Por las mañanas, me debato entre si me levanto o no cuando suena repetidamente la alarma del móvil. Me lo pienso, invento mil excusas más que razonables, pero finalmente me levanto.

Mientras me visto, pienso que no pasaría absolutamente nada si me tomara el día libre. Podría hacerlo, pero mi insano sentido de la responsabilidad se disipa mientras me enfundo en capas de ropa. Una vez que tengo los zapatos puestos ya no hay marcha atrás: hay que salir a la calle.

Mientras meto la llave en el garaje procuro no pensar en lo infinitamente bien que estaría en la cama, abrigada, calentita, sin tener que moverme. Sin tener que luchar contra el tráfico. Pero todas las mañanas salgo de casa.

Según llego al trabajo me van creciendo las ganas de darme media vuelta. Mejor no pensarlo. Mejor dejarse arrastrar por la rutina, porque si me lo cuestiono acabaría desertando.

Hay veces que me dan ganas de tirarme a la yugular a los que tengo cerca, pero socialmente estaría muy mal vista y además creo que sigue siendo medio delito. Y así me paso el día.

Me apetece hacer otras cosas en lugar de las cosas que tengo que hacer.

Vivo en constante yuxtaposición de valores. En el complicado y a veces imposible equilibrio de la balanza.




En el quiero pero no debo. Unas veces me inclino más hacia un lado, otras me desvío irremediablemente hacia el otro. A veces, me dejo arrastrar conscientemente y no me importa lo más mínimo estar en el extremo.

En el punto medio me encantaría vivir, pero no puedo, como no puede hacerlo el resto de la gente. Nadie es perfecto, nadie hace siempre lo que quiere. Nadie es imparcial totalmente.

Hay cosas que hago, que sigo haciendo, aunque maldita sea la gracia que me hacen.

A veces, esa lucha constante entre el bien y el mal, me quema y me desgasta de forma suprema. A veces no soporto los debates entre el angelito bueno y el angelito malo que tengo sentados sobre mis hombros, uno a cada lado, que en realidad forman parte de mi.




Vivo, vivimos sujetos a normas sociales, que nos encorsetan, que nos limitan, que nos imponen. Mil veces he oído que sin normas, viviríamos en el caos. Así que es más fácil, más cómodo, menos problemático, trasladar ese caos de la dualidad al interior de cada uno y que cada cual libre sus propias batallas.

4 comentarios:

  1. Es que ese término medio equilibrado es tannnn imposible...
    Un beso congruente y lleno de cariño. ¡Feliz finde!

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  2. Pero es lo que todos al menos intentamos ¿no?
    Besos equilibrados.
    Muuuua y muuuua.

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  3. Un día, sólo uno, deberías hacerlo y dejar a un lado responsabilidades, cargas de todo tipo y dedicarte a lo que a ti te gusta.

    HAZLO, TE LO MERECES!!!!

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  4. Si lo malo es que me guste saltarme las normas y pensar sólo en mi. Luego no voy a querer entrar en el redil.
    Besos.

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